sábado, 16 de julio de 2016

El pozo del encanto o la piedra del encanto


Chela Palacios
“Tu bebedor nocturno, ¿Por qué te haces  de rogar?
Ponte tu disfraz, ponte tu ropaje de oro.
Samael Aun weor

A eso de la cinco de la tarde, solíamos sentarnos mis hermanos y yo alrededor  de unos viejecitos  contadores  de cuentos. Oíamos por boca  de ellos las historias más fabulosas: Alí Baba y los cuarenta ladrones,  Aladino y la lámpara maravillosa, la Onza el Tigre y la Leona, Pedro Rímales y Juan Bobo, tampoco faltó Tío Tigre y Tío Conejo entre otros.
Estos cuenta cuentos de mi pueblo tejían y destejían cada historia con suma picardía, tan natural en ellos. El mastro Narcizo y el mastro Silverio o los Gómez como los nombraban algunos,  sabían fundir el sueño y la realidad. Cual magos  movían el péndulo del tiempo a su antojo. En nosotros  se operaba  una transformación capaz de hacernos pasar horas y horas frente a estos humildes hombres, convertidos de pronto en duendecilos. Pegados al taburete, hechizándonos con el cristalino poder  de la palabra.
Lo que más  nos gustaba era la leyenda referida al río, hoy llamado caramacate, donde pasábamos buena parte  de nuestro tiempo, a pesar de que papá nos prohibía bañarnos en sus aguas después de las cuatro de la tarde. El pozo  del encanto ejercía sobre nosotros una fuerte  atracción.
Había en él gran variedad  de peces: guabinas, bagres, corronchos, lambe piedras, llamados también burritos, la cabra, el tocuyano, por las tardes salía el pero de agua.
Desde la enorme piedra del pozo, con su abertura semejante a una serpiente y por donde cabía perfectamente un niño, jugábamos al escondido  después  de utilizarla como trampolín  para lanzarnos a la transparencia  del agua. Pegado a la piedra había un grandísimo remolino que halaba  con la fuerza  de un imán. Mucha gente desapareció allí sin dejar  rastro alguno. Siempre  sentimos  mucha curiosidad de saber por qué el nombre  del pozo del encanto.
El mastro Narcizo y el mastro Silverio comenzaban narrando la historia de la manera  siguiente. Hace muchísimo tiempo, por  estas tierras  vivió una princesa india llamada  Yaguaré hija del Casique Yaguare. La hermosa  mujer se enamoró de un oficial español, quien por pertenecer a la casta de los conquistadores  era mal visto por los  miembros  de la tribu oprimida. Estaba en juego todo un conjunto  de relaciones, costumbre y relaciones  ancestrales.
Pasó el tiempo y el oficial y la princesa, sin prestar  oídos a rumores, amenazas y comentarios se unieron más aun en sus amoríos. La piedra del encanto fue el lugar  escogido por ambos para sus citas. No se habían percatado ellos que eran vigilados, el follaje, el árbol, la ribera  del río tenían ojos. El día que fueron descubiertos, desesperados trataron de huir, en la frustrada carrera, resbalaron cayendo al pozo para luego ser arrastrados por el aterrador remolino. Los espías, asustados y acezantes regresaron al cuartel. Dieron el parte de inmediato. El oficial Sebastián de los ríos  ha desaparecido en las aguas  del pozo y con él ha sido arrastrada también la princesa  Yaguaré.
Así comenzó la leyenda del pozo del encanto, la encantada o el fantasma del río. Solo la gente de buen corazón podía oír el llamado. Los pescadores que solían realizar  sus faenas cerca del lugar,  solían oír por las  noches, un ruido en el agua  parecido a un cuerpo desprendido desde lo alto de la piedra; encendían linternas, caminaban hacia  el pozo y dábanse cuenta, ésta no estaba mojada, además en su cima y sus alrededores no había nadie. Esto ocurría en los meses  de Enero y Febrero. Otras veces oían gritos  desesperados pidiendo auxilio. Los pescadores no tuvieron el suficiente valor y dejaron  de pescar  en ese lugar.
En época  de luna llena a eso de las  doce de la noche continuaban los cuenta cuentos, aparece sentada en la piedra una mujer semidesnuda. Peina su larga cabellera con una peineta  de oro mientras  canta. Hombre, mujer o niño que la oiga es encantado y sin dejar  rastro alguno desaparece. De esta forma nadie puede  escapar  del hechizo de Yaguaré.
Un día un grupo de vecinos, preocupados por las constantes desapariciones de sus paisanos, decidieron seguir a un joven, quien vislumbrado por el encanto llegó al río. Vieron con asombro como el joven fue metiéndose lenta y tranquilamente al pozo. Lo oyeron pronunciar  extrañas palabras. Como un sonámbulo desapareció en medio del remolino. De esta forma, Juan Vicente Vasco se convertía a los ojos de un grupo de nativos, en otra víctima de la princesa India: sibila y guardián de las aguas  del pozo encantado.
Fue mucho el tiempo que pasó. De súbito, el joven desaparecido regresó de la misma forma como se había ido. Desequilibrado y silencioso quedó. No hacía más  que mirar las aguas  del río. Absorto no se sabe en qué pensamientos ni siquiera probaba bocado. Poco a poco con el cariño de su solícita madre, fue volviendo a la realidad  y cordura.
Días después, Juan Vicente Vasco contó lo sucedido: un día que ahora no recuerdo, a las  doce del mediodía, estando yo cerca del río oí una voz que me llamaba. Era una voz suave y enamoradora, caminé hacia  el pozo donde está la gran piedra. Una mujer apareció delante de mí, me invitó a penetrar en las aguas. Ahora  recuerdo que me dijo: existe un mundo diferente detrás del cerro, ese mundo lo tengo reservado para ti. Vuelve esta noche, tu bebedor nocturno, ven no te hagas  de rogar, ponte tu ropaje de oro, límpiate de todo y ven, aquí te espero.
Volví tal como me había indicado: Parecía una diosa. La luz de las estrellas se relejaba en el agua soltando chispas. Me tomó de la mano y nos introdujimos en el pozo. Yo solo veía colores  y una música  agradable, que endulzaba mis sentidos. Se abrió una puerta y ante mi apareció un gruta réplica del cerro que ahorra miramos, lleno de árboles frutales y flores nunca vistas por mí.
Todas  las personas que habían desaparecido antes  que yo me recibieron con vivas  y con mucho afecto. Se veían felices, ninguno quería regresar. Esto me lo manifestaron los conocidos míos, yo también estaba feliz y emocionado por las muestras  de afecto y amistad que me prodigaban.
Después  de convivir en aquel reino, donde la tierra es azul cielo y el firmamento amarillo,  donde no faltaba nada a nadie, donde todo es música y armonía, decidí hablar con la diosa.
Ella me miró con sus grandes ojos negros y me dijo sin dejarme hablar, que yo estaba triste, que yo ansiaba el otro mundo, que si quería irme, ella no podía retenerme, que yo era libre de elegir. Asentí con la cabeza y todo se puso negro. De pronto aparecí en la orilla del pozo encantado. Arriba, la piedra se levantaba imponente.
15/ 08/1986
 



lunes, 11 de julio de 2016

Hoy uno de esos días

Ayer, anteayer, hoy,
uno  de esos días difícil de definir
me siento abrumada
 mi pecho vibra
¿Cómo definirlo?
Paso al frente de los súper
Veo rostros de angustias
Esperan ansiosos la llegada  de los alimentos
Cualquier cosa
Colas interminables
Esperando, esperando, esperando.
Y yo a la espera  de un nuevo día
De un nuevo amanecer
De mi redescubrimiento de mi misma
Para poder resistir
Vivir en un país  que ya no es mi país
Es una tierra  que me vio nacer
El hambre abruma, la necesidad  te hace delirar
Un no quiero estar así,  un por qué eterno
Sé que todo pasa
Me acojo al dicho popular
“Dios aprieta pero no ahoga”
Tengo fe absoluta 
pronto
Saldremos  de esta pesadilla…
Chela Palacios