La
gente no tiene idea de hasta qué punto es arrastrada por el miedo. Este miedo
no es fácilmente definible. Hay momentos en que este miedo se vuelve casi una
obsesión. George
Gurdjieff
Sentir la presencia del autor
Oír su voz interna es
mágico
Hablarle al oído la locura
Sentir el vacío, la nada
Y adentrarse al universo de
lo creado
Es una entrega del que da y
del que recibe.
Cuando leí Aforismo o
poética del desatino, sentí, visualice, miré,
no solo al poeta, ensayista, escritor, sino al hombre de teatro, al
lector incansable. Me obligó como lectora
a leerlo por partes, no sé si esta es la intención de su libro o no, de
atrás para adelante, del medio hacia atrás, del medio hacia adelante y como normalmente
se lee un libro…
Practicar varias formas
de leer como cuando ensayamos una obra
de teatro, cuando tenemos que ir descubriendo cada letra de la obra
para profundizar y revelar lo que
está en el interior de cada palabra, de cada línea. Leer intercalado, en voz
alta, repetir hasta el cansancio para expresar, indagar. En mi lectura descubrí
que Alberto Hernández, el escritor soñador, acucioso de la palabra, nada se le escapa, lo cotidiano lo hace verso, lo
hace poesía, lo hace teatro. Lo cotidiano
que para algunos autores son lugares
comunes, un absurdo, Alberto lo transforma en una creación.
De allí que, en vértigos nos da una clase
sobre la estupidez, contra el resentimiento del ser humano común que
vive estúpidamente sin saber que es estúpido, anclándose en conocimientos viejos aprendidos de memoria repitiendo, repitiendo, repitiendo. Y uno se
da cuenta que hay muchos estúpidos con títulos, con PHD, y no saben que se
graduaron de estúpidos. El en su aforismo lo dice claro cuando menciona que ningún curso hace posible a un estúpido, de manera
irónica nos dice: también queda claro
que muchos han egresado con excelentes calificaciones…
En revisión de fábulas nos expone
que una epidemia de tristeza los hace retornar, caen de rodillas ante él y se
suicidan, lo asocio con lo que actualmente se vive en Venezuela, una
epidemia de tristeza, las caras de las personas son un poema de tristeza ligado con
impotencia y dejadez, colas
gigantesca que lo atrapan en el día a
día para comprar miserable
comida que no le alcanza para alimentar a toda la familia, se come un
día y cinco sin hacerlo.
Existe el otro tipo de
persona que ve lo que ocurre en
Venezuela, como un sueño o una pesadilla esperando despertar
algún día, madres que se suicidan
por no poder darle de comer a sus hijos.
En este momento álgido, el día se viste
de negro, la epidemia de tristeza nos envuelve. Debemos despertar de esta epidemia de tristeza, para no ser
tomado de sorpresa o dormidos por el maligno, que juega a que nos cansemos para seguir haciendo de
las suyas, en un país que ha sido tomado
por fantasmas malhechores al igual que
la casa tomada de Cortázar.
En ajuste de cuentas nos muestra como todo es un espejo donde
retratas tu belleza o tu fealdad, nos da
ejemplo de hipocresía de quien muestra cara de oveja, cuando en
realidad es un lobo feroz. Vemos a caperucita Roja y al lobo feroz en todas
partes. Caperucita disfrazada de
inocente y el lobo disfrazado de Oveja. Uno que engaña y el otro que se deja
engañar, cómplices ambos. Esto nos recuerda las propagandas políticas en su
discurso manido cuando quieren optar por votos, engañando y vendiendo su alma al
mejor postor para obtener votos.
Nos habla de la pérdida de tiempo de la venganza, la
cual define como: venganza es de hombres ruines. Es perder el tiempo, el
espíritu no se alimenta si no que se llena de odios malsanos hacia el otro. Nos
dice: quien escribe para vengarse muere
a librazos y quien venga para escribir vive en permanente agonía. Acusa a su
vez, a la venganza de fea, es una excusa para demostrar lo feo, lo podrido, lo
desagradable.
Cuando señalo, que al autor
no se le escapa nada; es cierto, no solo la parte densa
del ser humano si no lo sutil y lo notamos en el sol que nos mitiga, cuando
nos describe con voz diáfana, clara,
como somos transformados cada vez que
morimos con el sueño al igual que la
muerte, el día, la noche,. Sueños que a
veces recordamos y otros no. Entrar en la profundidad de lo misterioso
siempre ha sido la incógnita del ser humano. Esa muerte, esos hedores, esa conquista
que la muerte hace cada vez que dormimos, donde no descansamos,
donde se dan peleas y conflictos que no recordamos cuando el sol llega y nos
despierta sino que sigue imaginando el silencio de la próxima noche.
En el sueño, nos explica que para recordar un sueño hay que estar despierto dentro del sueño. Vivimos un eterno
sueño. A veces estamos tan confundidos
que realmente desconocemos cuando soñamos y cuando estamos despiertos. Cuando
Alberto Hernández dice soñar es un acto de hipocresía. Recuerdo a Gurdjieff
cuando nos indica, que el ser humano vive dormido, nace, estudia, trabaja se
reproduce y muere sin haber descubierto su verdadera misión, porque ha estado permanente dormido, vive un sueño
eterno. Y nos preguntamos de qué manera
puede el ser humano salir de esa somnolencia para convertirlo en vida.
En sospechas acusa en primer lugar de sospechoso al poema
cuando nos anuncia que un poema no le canta al poder, acusa al poema de
incendio, de desgarro de dolor, en su desmembramiento cuando pronuncia un
verbo, porque el poema es la agonía es el cuerpo abrazado, es una muerte
inconclusa.
Y para concluir esta primera
entrega el autor nos recuerda a Quevedo en las contradicciones que a diario vivimos en una Venezuela
ilusoria, de hambre, desolada, insalubre, triste despoblada de sensibilidad humana, un mundo donde lo
real es irreal y lo irreal es real, una Venezuela donde la verdad no existe, despoblada de sabiduría, pensando en que voy a comer y como
alimento los hijos ¿qué hacer?.. un hombre que es vacio, que no interioriza, sino que vive con miedo de perder lo que no nunca ha tenido, un hombre que no busca
su paz interior que vive de ilusiones
con miedo a encontrarse así mismo.
Un hombre que sabe
internamente que hay cosas que no conoce
pero que tiene miedo de descubrir y descubrirse y lo taponea con su miseria humana. Un hombre que no
busca su paz interior… solo visualiza lo
mal que hacen los otros sin saber que también es participe y que con su
aceptación de vicios, se deja manipular por la estupidez, viviendo
engañado por no saber discernir, pensar aplicar su conocimiento para salir de la miseria humana
donde esta sumergido.
Chela Palacios (11/05/16)