El Conuco de
Carmelo
Chela
Palacios
Cuando mi amiga Nubia me invitó para que visitáramos el
Conuco de su amigo, Agustín Niño, nunca me imaginé lo que vería, ni que iba a
tener tan gratos recuerdos. Es cierto que
para recordar requerimos del estímulo y yo solo necesité ir al conuco de
Carmelo, en plena montaña a escasos metros de Naguanagua. Un paraíso lleno de
amor, que me transportó a mi infancia llena
de ensueños, de amores, de nubes que hablan.., sentir de nuevo el olor de la
tierra, de los árboles, de las frutas.
Podía oír el murmullo, que me acercaba a mi padre y a los
cuenta cuentos de mi pueblo. Y sin exagerar y con la sensibilidad que me
caracteriza sentí que llegar al conuco de Carmelo, era tocar al paraíso, era
sentirse cerca del cielo, era poder vislumbrar la lejanía cercana, era
desprenderse de lo material y entregarse con amor a la naturaleza, esa
naturaleza que nos da todo sin pedir nada a cambio.
Me dije somos realmente privilegiados un lugar tan cerca de
Naguanagua y sin embargo es como si tuvieras en otro espacio, donde no hay que
envidiar nada a nadie, con un clima espectacular y una vista aun más
espectacular. El conuco de Carmelo es
ciertamente un sitio para soñar, para recrearse.
En ese paraíso somos capaces de convertirnos en dioses, en la
placita del BLABLABla se construye, reconstruye, se acomodan y se reacomodan sistemas. Un lugar para crear,
donde puedes conversar de religión, de política, de amores, desamores y siempre
bla bla bla… nos damos cuenta que el amor verdadero une,
que el amor unifica que no importa las divergencias que se pueda tener, comprendemos
también que somos seres individuales y que cada quien es dueño de lo que dice,
pero la magia de la naturaleza, su contacto nos envuelve con su embrujo, nos
enamora nos nutre. Y como reina nos
indica que debemos hacer.
Y se preguntaran ¿Quién es Agustín Niño? Un ser maravilloso que se atrevió a soñar,
convirtiendo su sueño en realidad. Un
ser que es feliz, que ríe, disfruta, que logra en su conuco olvidarse de las
mezquindades del mundo. Pero por supuesto en esta aventura no está solo,
tiene la suerte
de tener un ángel a su lado, su esposa Dicinia, que es también su guardiana y también el negro que
es su asistente y cuidador del conuco, que
silencioso trabaja, que le gusta oír las conversaciones en la placita del bla
bla bla nutriéndose y disfrutando de las conversaciones locas que se dan allí.
Ese es Agustín niño, quién dándole honor a su apellido, disfruta comer
con el que llega, ofrecer un palito de ron y seguir con el blablablabla mientras muele café y riega sus
flores.
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