miércoles, 8 de agosto de 2012

El Conuco de Carmelo


El Conuco de Carmelo
Chela Palacios
Cuando mi amiga Nubia me invitó para que visitáramos el Conuco de su amigo, Agustín Niño, nunca me imaginé lo que vería, ni que iba a tener tan gratos recuerdos. Es cierto que  para recordar requerimos del estímulo y yo solo necesité ir al conuco de Carmelo, en plena montaña a escasos metros de Naguanagua. Un paraíso lleno de amor,  que me transportó a mi infancia llena de ensueños, de amores, de nubes que hablan.., sentir de nuevo el olor de la tierra, de los árboles, de las frutas.
Podía oír el murmullo, que me acercaba a mi padre y a los cuenta cuentos de mi pueblo. Y sin exagerar y con la sensibilidad que me caracteriza sentí que llegar al conuco de Carmelo, era tocar al paraíso, era sentirse cerca del cielo, era poder vislumbrar la lejanía cercana, era desprenderse de lo material y entregarse con amor a la naturaleza, esa naturaleza que nos da todo sin pedir nada a cambio.
Me dije somos realmente privilegiados un lugar tan cerca de Naguanagua y sin embargo es como si tuvieras en otro espacio, donde no hay que envidiar nada a nadie, con un clima espectacular y una vista aun más espectacular. El conuco de Carmelo es  ciertamente un sitio para soñar, para recrearse.
En ese paraíso somos capaces de convertirnos en dioses, en la placita del BLABLABla se construye, reconstruye, se acomodan y  se reacomodan sistemas. Un lugar para crear, donde puedes conversar de religión, de política, de amores, desamores y siempre bla bla bla…   nos damos cuenta que el amor verdadero une, que el amor unifica que no importa las divergencias que se pueda tener, comprendemos también que somos seres individuales y que cada quien es dueño de lo que dice, pero la magia de la naturaleza, su contacto nos envuelve con su embrujo, nos enamora nos nutre. Y como  reina nos indica que debemos hacer.
Y se preguntaran ¿Quién es Agustín Niño?  Un ser maravilloso que se atrevió a soñar, convirtiendo su sueño  en realidad. Un ser que es feliz, que ríe, disfruta, que logra en su conuco olvidarse de las mezquindades del mundo. Pero por supuesto en esta aventura no está solo, tiene   la suerte  de tener un ángel a su lado, su esposa Dicinia, que   es  también su guardiana y también el negro que es  su asistente y cuidador del conuco, que silencioso trabaja, que le gusta oír las conversaciones en la placita del bla bla bla nutriéndose y disfrutando de las conversaciones locas que se dan allí.
Ese es Agustín niño, quién  dándole honor a su apellido, disfruta comer con el que llega, ofrecer un palito de ron y seguir con el  blablablabla mientras muele café y riega sus flores.

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