viernes, 24 de junio de 2016

Alberto Hernández y su mirada al vacío

La gente no tiene idea de hasta qué punto es arrastrada por el miedo. Este miedo no es fácilmente definible. Hay momentos en que este miedo se vuelve casi una obsesión. George Gurdjieff
 
Sentir la presencia del autor
Oír  su voz interna  es  mágico
Hablarle al oído la  locura
Sentir  el vacío, la nada
Y adentrarse al universo de lo creado
Es una entrega del que da y del que recibe.

Cuando leí Aforismo o poética del desatino, sentí, visualice, miré,  no solo al poeta, ensayista, escritor, sino al hombre de teatro, al lector incansable. Me obligó como lectora  a leerlo por partes, no sé si esta es la intención de su libro o no, de atrás para adelante, del medio hacia atrás, del medio hacia adelante y como normalmente se lee un libro…
Practicar varias  formas  de leer como cuando ensayamos una obra  de teatro, cuando tenemos que ir descubriendo cada letra  de la obra  para profundizar y revelar  lo que está en el interior de cada palabra, de cada línea. Leer intercalado, en voz alta, repetir hasta el cansancio para expresar, indagar. En mi lectura descubrí que Alberto Hernández, el escritor soñador, acucioso de la palabra, nada  se le escapa, lo cotidiano lo hace verso, lo hace  poesía, lo hace teatro. Lo cotidiano que para algunos autores son lugares  comunes, un absurdo, Alberto lo transforma  en una creación.
De allí que, en vértigos nos da una clase sobre la estupidez, contra el resentimiento del ser humano común   que vive estúpidamente sin saber que es estúpido, anclándose  en conocimientos  viejos aprendidos de memoria repitiendo, repitiendo, repitiendo. Y uno se da cuenta  que hay muchos estúpidos  con títulos, con PHD, y no saben que se graduaron de estúpidos. El en su aforismo lo dice  claro cuando menciona que ningún curso  hace posible a un estúpido, de manera irónica  nos dice: también queda claro que muchos han egresado con excelentes calificaciones…
En revisión de fábulas nos expone que una epidemia de tristeza los hace retornar, caen de rodillas ante él y se suicidan, lo asocio con lo que actualmente se vive en Venezuela,   una epidemia de tristeza, las  caras  de las personas  son un poema de tristeza ligado con impotencia y dejadez,  colas gigantesca   que lo atrapan en el día a día para  comprar  miserable  comida que no le alcanza para alimentar a toda la familia, se come un día  y cinco sin hacerlo.
Existe el otro tipo de persona  que ve lo que ocurre en Venezuela, como un sueño o una pesadilla esperando  despertar  algún día, madres  que se suicidan por  no poder darle de comer a sus hijos. En este momento álgido,  el día se viste de negro, la epidemia de tristeza nos envuelve. Debemos despertar  de esta epidemia de tristeza, para no ser tomado de sorpresa o dormidos por el maligno, que juega  a que nos cansemos para seguir haciendo de las suyas,  en un país que ha sido tomado por fantasmas malhechores  al igual que la casa tomada  de Cortázar.
En ajuste de cuentas  nos muestra como todo es un espejo donde retratas  tu belleza o tu fealdad, nos da ejemplo de  hipocresía  de quien muestra cara de oveja, cuando en realidad  es un lobo feroz. Vemos  a caperucita Roja y al lobo feroz en todas partes. Caperucita disfrazada  de inocente y el lobo disfrazado de Oveja. Uno que engaña y el otro que se deja engañar, cómplices ambos. Esto nos recuerda las propagandas políticas en su discurso manido cuando quieren optar por votos, engañando y vendiendo su alma al mejor postor para obtener votos.
Nos habla  de la pérdida de tiempo de la venganza, la cual define como: venganza es de hombres ruines. Es perder el tiempo, el espíritu no se alimenta si no que se llena de odios malsanos hacia el otro. Nos dice: quien escribe  para vengarse muere a librazos y quien venga para escribir vive en permanente agonía. Acusa a su vez,  a la venganza  de fea, es una excusa  para demostrar lo feo, lo podrido, lo desagradable.
Cuando señalo, que al autor no se le escapa nada; es cierto, no solo la parte  densa  del ser humano si no lo sutil y lo notamos en el sol que nos mitiga, cuando nos describe con voz diáfana,  clara, como somos transformados cada vez  que morimos  con el sueño al igual que la muerte, el día, la noche,. Sueños  que a veces  recordamos y otros  no. Entrar en la profundidad de lo misterioso siempre ha sido la incógnita del ser humano. Esa muerte, esos hedores, esa  conquista  que la muerte hace cada vez que dormimos, donde no descansamos, donde  se dan peleas y conflictos  que no recordamos cuando el sol llega y nos despierta sino que sigue imaginando el silencio de la próxima noche.
En el sueño, nos explica  que para recordar  un sueño hay que estar  despierto dentro del sueño. Vivimos un eterno sueño. A veces  estamos tan confundidos que realmente desconocemos cuando soñamos y cuando estamos despiertos. Cuando Alberto Hernández dice soñar es un acto de hipocresía. Recuerdo a Gurdjieff cuando nos indica, que el ser humano vive dormido, nace, estudia, trabaja se reproduce  y muere sin haber  descubierto su verdadera  misión, porque ha  estado permanente dormido, vive un sueño eterno. Y nos preguntamos  de qué manera puede el ser humano salir de esa somnolencia para convertirlo en vida.
En sospechas  acusa en primer lugar de sospechoso al poema cuando nos anuncia que un poema no le canta al poder, acusa al poema de incendio, de desgarro de dolor, en su desmembramiento cuando pronuncia un verbo, porque el poema es la agonía es el cuerpo abrazado, es una muerte inconclusa.
Y para concluir esta primera entrega el autor nos recuerda a Quevedo en las contradicciones  que a diario vivimos en una Venezuela ilusoria, de hambre, desolada, insalubre, triste despoblada  de sensibilidad humana, un mundo donde lo real es irreal y lo irreal es real, una Venezuela  donde la verdad no existe, despoblada  de sabiduría, pensando en que voy a comer y como alimento los hijos ¿qué hacer?.. un hombre que es vacio,  que no interioriza, sino que vive  con miedo de perder  lo que no nunca  ha tenido, un hombre  que no busca  su paz interior  que vive  de ilusiones  con miedo a encontrarse así mismo.
Un hombre que sabe internamente  que hay cosas  que no conoce  pero que tiene miedo de descubrir y descubrirse  y lo taponea  con su miseria humana. Un hombre que no busca  su paz interior… solo visualiza lo mal que hacen los otros sin saber que también es participe y que con su aceptación de vicios, se deja manipular por la estupidez, viviendo engañado  por no saber  discernir, pensar aplicar  su conocimiento para salir de la miseria  humana  donde esta sumergido.
Chela Palacios (11/05/16)



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