sábado, 8 de diciembre de 2007

crónica

El GUION DE LA MUERTE

La muerte nunca es esperada y menos cuando se trata de un recién nacido en la que los padres han colocado toda sus esperanzas y todo su amor.

El amor ha dado frutos, la esperanza de vida, un nuevo ser está en camino. Gustavo y Tatí esperan felices el nacimiento de su primer hijo. El tan ansiado momento llega y el 21 de octubre de 2006. En el hospital Carabobo de Valencia nace Gabriela, una niña de 3 kilos 150 gramos y 51 cms. ¡Hermosa! Bella y normal en apariencia, para el 24 de octubre con tres días de nacida levantaba su cabeza, a los 15 días ya había aumentado 400 gramos.
La madre y el padre la llevan a su primera consulta con el pediatra, el cual les dice que la niña evoluciona normalmente.
Inesperadamente, el 10 de noviembre en la noche una fiebre muy alta obliga a los padres de la infante a trasladarse al hospital de bucaral ubicado en la población de Flor amarilla Valencia. A las 11 de la noche reciben la atención del médico de guardia quien le diagnostica cólico, indica un tratamiento y desatiende el hecho de que a los neonatos cuando presentan fiebres muy altas, se les debe hospitalizar para descartar cualquier anomalía.
Los padres, jóvenes e inexpertos, siguen las instrucciones de la doctora asumiendo que el diagnostico era correcto y por ende el tratamiento también. No obstante la salud de la niña se agrava. La madre la alimenta por última vez a las 3 de la madrugada del sábado 11.
En la mañana de ese mismo sábado, la niña presentaba un color amarillento en todo su cuerpo y su estado empeoraba. Por esa razón comienza la peregrinación por varias clínicas de Naguanagua. Por increíble que parezca, no había un pediatra de guardia.
Las horas avanzaban tan rápido como el deterioro de la niña.
Finalmente y tras una larga y angustiosa búsqueda la doctora Socorro vio a la niña e inmediatamente afirmó: “esto no es de consulta es una emergencia”
¡Bingo! No hay dinero ni seguro médico para hospitalizar.
No obstante Socorro Yanez y Lisbeth Pinto, excelentes médicos apegados a su juramento hipocrático dieron todo lo que estuvo a su alcance para salvar la vida de la niña.
Su diagnóstico fue sepsis neonatal tardía, meningitis bacteriana, presentando deshidratación, quejido respiratorio, mirada fija, abdomen distendido. De inmediato la remitieron a la Unidad de Cuidados Intensivos del hospital central de Valencia y debía ser trasladada en una ambulancia de cuidados intensivos y con un pediatra neonatólogo.
El vía crucis continúa. No hay ambulancias ni públicas ni privadas que puedan hacer efectivo el traslado de la niña.
El motivo: insólito pero cierto. En toda valencia no existe sino una sola ambulancia que cuenta con esas características… Jamás llegó.
Por fin una luz: Un médico, profesor de la universidad de Carabobo se ofrece voluntariamente a llevar a la niña si se conseguía la ambulancia. Apareció la ambulancia, pero la doctora Lisbeth recibe el aviso del hospital central de que las cuatro camas de la unidad de cuidados intensivos estaban ocupadas.
Sábado 5 de la tarde. Gran equivocación pensar que el hospital de Mariara podría brindar una solución. La doctora de guardia dice que la niña no puede ser atendida por que viene de una clínica privada. Allí solo se reciben pacientes de hospitales públicos y solo el director podría autorizar semejante acto de barbarie: atender a una recién nacida, ya moribunda. Ocurre el milagro. El director acepta recibirla.
Gracias a Dios, pero demasiado tarde. La niña ha muerto.
¿Dramático verdad? Si, lo es.
Y lo más triste es que no estoy presentando el guión de la próxima película que desarrollará la cinemateca nacional, ni tampoco un guión para una obra de teatro. Es el pan nuestro de cada día, de cada venezolano que por la desidia negligencia, e insensibilidad de un gobierno que se encarga de regalar y de hacer peculado, de hacer política exterior y olvida al pueblo que el tanto menciona en sus discursos, olvida la salud y la educación. Y nos preguntamos
¿Quien les quita el dolor a los padres? ¿Quien nos protege de algo como esto? ¿Que hacer con la desidia de nuestros médicos? ¿Y cuantos padres más tendrán que pasar por esto? ¿Habrá alguna solución? ¿Quién le pone el cascabel al gato?
chela palacios

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